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martes, 13 de enero de 2015

El reto de apellidarse Sulaimán Morito tendría unos cuatro años cuando la magia del box se apareció en su vida.

El reto de apellidarse Sulaimán

CIUDAD DE MÉXICO, 13 de enero.- Morito tendría unos cuatro años cuando la magia del box se apareció en su vida. 

En aquella casa de la colonia Lindavista se escucharon fuertes carcajadas en la sala, por lo que el chamaco bajó por las escaleras para ir en busca de don Pepe, su papá. 


En cada escalón que bajaba, más fuertes se hacían algunas voces que hablaban un idioma extraño. 


Al asomarse a la sala, un par de gigantes miraron al chiquillo. Morito nunca había visto a unos hombres tan altos y tan morenos. 

Don Pepe, su papá, era José Sulaimán y Morito, su hijo Mauricio. ¿Los enormes personajes de escandalosas voces y piel oscura?: Don King y Mohamed Ali.

Cuatro décadas después, en la misma habitación en la que conoció a aquellos monstruos de los cuadriláteros, Mauricio Sulaimán habla de lo que significa estar en los zapatos de su padre fallecido, a cargo del Consejo Mundial de Boxeo, y de cómo su vida cambió de rumbo. 

Mauricio Sulaimán, antes de ser presidente del máximo organismo del pugilismo, soñó ser pelotero profesional, portero y baterista.

José Sulaimán, quien gobernó el CMB durante 38 años, cumplirá un año de fallecido el próximo viernes. Tras su ausencia, Mauricio se ha hecho cargo y espera cumplir su mandato hasta 2016. 

“No sé si seguiré o si alguien tomará el lugar que dejó mi padre. Lo que me queda claro que el CMB ya no es el mismo sin José Sulaimán”.


Usted creció de la mano del Consejo Mundial de Boxeo.
Mi papá llegó con mi mamá y tres hijos al Distrito Federal, en el 62. Yo nací en el 69 (30 de diciembre) y mi papá estaba en el CMB como secretario general. 

Por alguna razón me le pegué desde chiquito. Me llevaba a la Coliseo, a conferencias y entrevistas. Para mí los boxeadores eran como héroes. A mi papá lo eligen presidente del CMB en Túnez en el 75. En ese entonces no existía el fax, celular o e-mail, por lo que viajaba mucho.

¿Sabía usted a qué se dedicaba su papá?
Sabía que su trabajo tenía que ver con el box. Iba a Europa, a Estados Unidos y Asia. Se ausentaba por meses y siempre llegaba con juguetes. Para la familia era mánager de beisbol y presidente de la Liga de Lindavista. Nuestros fines de semana eran jugar beisbol con mis hermanos Pepe, Héctor y Fernando.


¿Su papá quiso ser boxeador?
Me tocó escuchar sus historias. Él fue boxeador de botana, así se llamaba en provincia. Sus amigos eran peleadores y le dijeron que si quería entrar debía subirse a la botana. Mi papá no sabía de qué se trataba, pero dijo que sí. 

Lo metieron,  le quitaron la camiseta, le pusieron guantes y a pelear contra un niño desconocido. Peleó, al final les echaron algunas moneditas y, sin saberlo, le entró una gran pasión por el box. Un día le pusieron el ojo morado, muy inflado, y mi abuelito Elías, libanés, le preguntó qué le había pasado. Mi papá dijo que fue un pelotazo en el beisbol. 

Después le rompieron la nariz y le fracturaron la quijada. Decidió entonces bajarse del ring. Pasó por todos los puestos imaginables: cubetero, campanero, juez, réferi, anunciador, ayudante de doctor. De ahí pasó a la Comisión de Box en Ciudad Victoria, Tamaulipas. 

Él estuvo presente en el 63, cuando se fundó el Consejo Mundial de Boxeo, como comisionado de provincia. Se viene a México a vivir y poco a poco se acerca a la cima, hasta convertirse, en 1975, en presidente del CMB.


Duró 38 años.
Yo sabía que sería presidente de por vida. No me lo imaginaba fuera del boxeo. Intentó en un par de ocasiones ceder el puesto, estaba cansado, pero no lo dejaron.


¿Don José llegó a decirle que usted sería su sucesor?
No. Crecí viendo a mi papá trabajando en esta casa con papeles de box o con visitas. Traté de ayudarle en cosas sencillas, tomar recados al teléfono y, sin pensar en ello, me fui metiendo en este mundo. 

En el 92 me nombraron director de Relaciones Públicas en el CMB. Posteriormente fui vicepresidente de la Federación Norteamericana de Box. No me imaginaba el CMB sin José Sulaimán. Al mismo tiempo atendía la fábrica de papel, negocio de la familia.


¿Qué lo orilló?
A partir del año 2000 se vinieron algunos sucesos que lastimaron a mi papá. Primero, un juicio de un boxeador alemán (Graciano Rocchigiani), en Nueva York, y como organismo somos encontrados culpables con una carga de 35 millones de dólares. 

Fue un golpazo para mi papá, tres años de juicio y un abuso de poder. Estuvimos a un día de que desapareciera el consejo. 

No salía mi papá de ese problema cuando secuestran a una prima mía, un secuestro que duró casi dos años. A las dos semanas que regresa mi prima, a mi papá le encuentran cáncer, un proceso de radiación que sacudió a la familia. Gracias a Dios venció al cáncer, pero mi papá estaba golpeado. 

Yo me tuve que meter de lleno a apoyarlo en el CMB, ya de una manera más formal. Luego le operan la rodilla y hay un accidente con Mike Tyson (conferencia ante Lewis, en la que Iron Mike golpea sin querer a Sulaimán). 

Todo eso, junto con su edad, lo mina. Nunca me pidió que lo sucediera. Al final, le detectaron un problema en el corazón, se complica la operación, con 23 días en coma, y milagrosamente se recupera un par de meses.

 Parecía que ya la había librado. El día de mi cumpleaños (30 de diciembre de 2013) mi padre tuvo la mayor complicación y de ahí ya no despertó. Falleció el 16 de enero de 2014.


¿Termina su mandato en 2016. Se mira ahí por muchos años?
En el CMB definitivamente sí, como presidente no lo sé. Quizá en dos años alguien esté interesado en sucederme.


¿Cómo se ha sentido este año al frente del CMB?
Me he sentido bien, aunque en ocasiones muy solo.


¿Le hace falta don José?
(Silencio) Cada vez que llego de un viaje, me descontrolo. Estaba acostumbrado a ir por él al aeropuerto o marcarle cada vez que aterrizaba el avión. Hay una soledad muy fuerte.


¿Su papá tenía enemigos?
En el CMB pocos. Había conflictos, como en todas partes.  La prensa americana siempre fue muy negativa y la mexicana en ocasiones muy crítica. A veces el ataque era personal. Claro que tuvo errores.


¿Don King y Bob Arum?
Llegó a tener conflictos muy fuertes con ambos. Bob Arum lo demandó en la corte de Nueva York con 30 acusaciones y mi papá ganó los 30 juicios. Mi papá decía que el boxeo es un volcán en erupción. Pasaba muchas noches sin poder dormir.


¿Nadie buscó su puesto?
Hubo un italiano llamado Antonio que buscaba ser candidato. Mi papá lo postuló y el italiano declinó. En los años 90, cuando Tyson fue noqueado, hubo un escándalo por la famosa cuenta larga. Un grupo americano quiso tomar esa controversia para destituirlo. No ocurrió.


¿Cambios importantes en el boxeo que logró su papá?
Bajar las peleas de campeonato de 15 a 12 asaltos. Antes eran muy salvajes. Se hicieron unos estudios en la UCLA, donde se observó que la deshidratación tenía problemas importantes para el cerebro. 

Se determinó que a partir de los 36 minutos de combate el nivel de líquido encefálico es mínimo, por el nivel de deshidratación. Por eso se bajó a 12 e inclusive se pensó en 10 rounds. 

El pesaje 24 horas antes es importantísimo, porque el boxeador tiene la oportunidad de rehidratarse y dormir. Algunos quieren que se regrese al pesaje del mismo día.


Usted quiso ser beisbolista y portero.
Siempre quise ser pelotero profesional. Tuve varios ídolos (El Toro Valenzuela entre ellos), tuve la oportunidad de representar a México en un Mundial en Panamá a los 12 años. 

Me fui a estudiar la prepa a Estados Unidos y de regreso mi papá me dio la sorpresa de que tendría la oportunidad de entrenar con Miguel Marín cuando era entrenador de los Toros en Neza. 

Jugaban Miguel Herrera, Guillermo Cantú, Jorge Baca. Néstor Verderi era entrenador de porteros. Estuve dos veranos con el equipo y aprendí muchas cosas que en el llano no se aprende.


También baterista.
Mi mamá me compró la batería, aunque mi papá no quería por el ruido. Aprendí sin tomar clases. Tuve un grupo, pero al guitarrista lo mataron a los 19 años. 

Era mi mejor amigo de la infancia y se llamaba Enrique Sato. He tocado en bodas, en la convención de Las Vegas (noche de talentos), en los bautizos de los hijos de Ana María Torres. 

Lo que más me gusta tocar es a Pink Floyd y AC/DC, pero sé tocar rock, un poco de jazz, baladas. Cuando mi papá estaba en la casa, yo no tocaba. Era una regla. También toqué en mi boda.


¿Nunca se subió a un ring?
Nunca. Yo sí quería ser boxeador de niño. Boxeaba solito, pero mi papá no me dio línea. Fui a ver pelear a Mantequilla Nápoles cuando enfrentó a (Armando) Muñiz en Acapulco. 

Mantequilla era mi ídolo y mi papá me llevó a verlo en su cuarto, después de la pelea. Estaba con los ojos totalmente cerrados y las cejas al rojo vivo. Me impactó muchísimo y le dije: ‘mejor voy a ser bombero’.


Su papá hablaba varios idiomas.
Inglés, español, algo de francés, árabe e italiano. El árabe es lo que hablaban en la casa. ¿Yo?, inglés y un poquito japonés.


¿Boxeadores que han sido amigos de su papá?
El Ratón Macías fue su entrañable amigo. Mohamed Ali, JC Chávez, Mike Tyson, Sugar Ray Leonard. También Roberto Manos de Piedra Durán, Ana María Torres y Erik Morales. Todos ellos han estado en la casa, como amigos. Mi mamá (Marta) ha cocinado para todos ellos (lomo con piña o espaguetti estilo bolognesa).


El 16 de enero se cumple un año sin José Sulaimán.
Le vamos a hacer una misa en La Basílica para que vayan todos sus amigos.


Usted se puso en los zapatos de su papá al frente del CMB. ¿Le quedan grandes?
Muy grandes. Siempre he dicho que el CMB es otro sin José Sulaimán. Yo trato de hacer mi trabajo y lograr que poco a poco me vayan quedando sus zapatos. Nunca será lo mismo.


mx.deportes.yahoo.com/noticias/reto-apellidarse-sulaim

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